Charles Spurgeon

 1 de Diciembre.

“El que camina en integridad anda confiado.” Proverbios 10: 9.

Su camino puede ser lento, pero es seguro. El que se apresura a ser rico no será inocente ni estará seguro; pero la constante perseverancia en la integridad, aunque no traiga riquezas, ciertamente traerá paz. Cuando hacemos lo que es justo y recto somos semejantes a uno que camina sobre una roca, pues tenemos confianza de que cada paso que damos es sobre un terreno sólido y seguro.

Por otro lado, el mayor éxito mediante transacciones cuestionables ha de ser siempre falso y traicionero, y el hombre que lo hubiere alcanzado ha de estar temeroso siempre que vendrá un día de hacer cuentas, y entonces sus ganancias lo condenarán.

Aferrémonos a la verdad y a la justicia. Por la gracia de Dios, imitemos a nuestro Dios y Señor, en cuya boca no se encontró engaño jamás. No tengamos miedo de ser pobres, ni de ser tratados con desprecio. Nunca, por ninguna causa, hagamos algo que nuestra conciencia no pueda justificar. Si perdiéramos la paz interior, perderíamos más de lo que una fortuna podría comprar. Si nos mantenemos en el propio camino del Señor, y no pecamos nunca contra nuestra conciencia, nuestro camino es seguro en contra de los agresores. ¿Quién podría dañarnos si somos seguidores de lo que es bueno? Podríamos ser considerados necios por los necios si somos firmes en nuestra integridad; pero en el lugar donde el juicio es infalible seremos aprobados.

2 de Diciembre.

«A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.» Salmo 16: 8.

Esta es la manera de vivir. Con Dios siempre delante de nosotros, tendremos la más noble compañía, el más santo ejemplo, la más dulce consolación y la más poderosa influencia. Esto debe ser un decidido acto de la mente, «he puesto», y debe mantenerse como algo firme y establecido. Tener siempre un ojo para el ojo del Señor, y un oído para la voz del Señor, es la condición correcta para el hombre piadoso. Su Dios está cerca de él, llenando el horizonte de su visión, guiando el camino de su vida, y proporcionando el tema de su meditación. ¡Qué vanidades evitaríamos, qué pecados dominaríamos, qué virtudes exhibiríamos, qué gozos experimentaríamos si en verdad pusiéramos siempre al Señor delante de nosotros! ¿Por qué no?

Esta es la forma de estar seguro. Si el Señor está siempre en nuestras mentes, llegamos a sentir seguridad y certeza por Su presencia tan cercana. Él está a nuestra diestra para guiarnos y ayudarnos; y por esto no somos conmovidos por el miedo, ni la fuerza, ni el fraude, ni la veleidad. Cuando Dios está a la diestra de un hombre, ese hombre está seguro de no ser conmovido. ¡Vamos, entonces, ustedes que son enemigos de la cruz! Acometan en mi contra como una furiosa tempestad, si quieren. Dios me sostiene. Dios permanece conmigo. ¿A quién temeré?

3 de Diciembre.

«Y estableceré con ellos pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras; y habitarán en el desierto con seguridad, y dormirán en los bosques.» Ezequiel 34: 25.

Es el ápice de la gracia que Jehová entre en un pacto con el hombre, una débil, pecadora y mortal criatura. Sin embargo, el Señor ha entrado solemnemente en un pacto fiel con nosotros, y de ese pacto nunca se apartará. En virtud de ese pacto nosotros estamos seguros. Así como los leones y los lobos son ahuyentados por los pastores, de la misma manera, todas las influencias nocivas serán disipadas. El Señor nos dará reposo de los turbadores y de los destructores; las bestias salvajes dejarán de existir en la tierra. ¡Oh Señor, cumple esta promesa en este momento!

El pueblo del Señor ha de gozar de seguridad en los lugares de mayor riesgo: el desierto y los bosques habrán de ser como dehesas y rediles para el rebaño de Cristo. Si el Señor no mejorara el lugar, nos hará mejores para el lugar. El desierto no es un lugar habitable, pero el Señor puede volverlo habitable; en los bosques uno se siente obligado a vigilar en vez de dormir, y sin embargo, Él da sueño a Su amado incluso allí. Nada interior ni exterior debe causar algún miedo al hijo de Dios. Por fe, el desierto se puede convertir en los suburbios del cielo, y los bosques en el vestíbulo de la gloria.